Ya se acabó el curso.
Escribo esta entrada porque merece la pena dedicar unos minutos a pensar, reflexionar y recordar algunas cosas vividas en este curso.
Es educado dar la bienvenida y también despedirse. Aunque, bien es cierto, que esta despedida es un simple hasta luego.
Uno comienza el curso siempre con una vitalidad digna de elogio. Con un montón de ganas de comerse el curso. También con grandes propósitos de mejorar en la vida personal, hacer más deporte, estudiar todos los días, tener los apuntes limpios, ayudar a los amigos y amigas, etc. Esto es lo lógico.
También empieza con ilusión, con mucha ilusión. Éste y no otro es el combustible que alimenta el motor de nuestra vida. No estoy exagerando, uno no sabe cuan importante es esto en nuestras vidas. A veces, sólo a veces, esa ilusión parece adormecida, como aletargada. En ocasiones provocada por cosas vividas que, quizás, no fueran las más deseadas.
En nuestro caso, el de los profes, no te imaginas , querido alumno/a, lo mucho que significas para nosotros. Lo mucho que nos enseñáis. Y lo mucho que nos podéis hacer sentir. Quizás te parezca exagerado. Pero eso, realmente, es lo que sucede a los ojos de alguien que esté "despierto". En cada curso, suele haber unos cuantos alumnos y alumnas que nos hacen sentir algo especial. Igual que, estoy seguro, os pasa a muchos de vosotros y vosotras con nosotros los profes. Por eso, enseñar a un grupo de alumnos y alumnas como ustedes es todo un privilegio.
Un curso evoluciona en el tiempo como un ser vivo. Va cambiando en el tiempo. En el mejor de los casos, cuando se decide atravesar la barrera de la hora de clase, uno comienza a conocer más en detalle a sus alumnos y alumnas y descubrir que tienen mucho que aportar. Que no son meros receptores de un mensaje (a veces confuso) de multitud de disciplinas.
En el transcurso del tiempo también se desarrollan emociones. Esas que nos hacen verdaderamente humanos. Por eso cuando te he visto reir y llorar sé que, en esos momentos, estabas también aprendiendo. Y yo contigo.
La verdad es que es muy curioso darse cuenta de cómo cada uno de nosotros nos revestimos de armaduras invisibles que portamos allá donde vamos. El profe serio e inflexible que no deja pasar una, por ejemplo. El alumno/a callado/a que no pestañea. Después de todo un curso, esas armaduras van desmoronándose. A veces justo a final de curso. Es en ese momento cuando descubres que esa alumna que nunca hablaba te sonríe y se expresa en clase, cuando se permite hacer un guiño en un examen, cuando se expresa con libertad en clase para hacer una crítica constructiva. También es el momento en el que el profe se relaja y te deja comer chicle en clase...por la tarde.
¡ Qué diferente es el instituto por la tarde, ¿verdad?!
Son precisamente esos momentos que se viven fuera de clase y del horario escolar oficial el que te descubre a las personas que se esconden detrás de adolescentes de 15 ó 16 años ... que tienen tanto que enseñarte.
Una de las vivencias que experimento cada año cuando finaliza el curso, sobre todo con los alumnos y alumnas de 4ºESO, es la manera en la que dejan brotar sus sentimientos a través de sus lágrimas cuando nos despedimos. Ese brote llega muy directo al corazón de los profes. Significa que cuando el curso finaliza, uno pone en la balanza las cosas buenas y las menos y siempre ganan las primeras. Ni las broncas, ni los suspensos, ni los partes, tienen tanta importancia. Lo importante son los momentos que hemos compartido. Esos momentos se concentran como un perfume y generan un aroma que inunda nuestras vidas.
Año tras año los profes vamos sumando estos momentos...y lo pasamos mal. Paradójico pero cierto.
Quisiera decirte una cosa.
Sois, para nosotros, mucho más importantes de lo que os imagináis. Será por la diferente experiencia de la vida que tenemos, la que hemos vivido y la mucha que a tí te queda por vivir, la que justifica esta afirmación. Créeme cuando te digo que parte de mi corazón se va contigo cada curso. Porque mi tiempo, mi esfuerzo, mi impulso era dejar en tí lo mejor que tengo...aunque me quede mucho que aprender. Tras este gran esfuerzo todo parece acabar. Tú te irás a continuar con tu vida, tus estudios, ... como debe ser. El próximo curso comenzará y la vorágine de estudio, exámenes te absorberá y la distancia entre nosotros se acrecenterá. Es lo normal. ¡Te queda tanto por vivir! ..y todos hemos pasado por ahí. Pero a mí me cuesta trabajo aceptarlo.
No sé donde leí algo así como que "Entre sentir y no sentir elijo siempre sentir". Esta es mi elección. No entiendo la educación si no es con este ingrediente esencial. Así que deseo no revestir mi vida docente con una armadura perenne que me haga ser un perfecto profesional insensible capaz de esquivar todos los sentimientos de mis alumnos.
Por último, quiero darte las GRACIAS...
Te dejo una canción que me transmite esa ilusión y emoción de la que tanto te he hablado. Además es importante para mi...
Ya sabes dónde encontarme...
Escribo esta entrada porque merece la pena dedicar unos minutos a pensar, reflexionar y recordar algunas cosas vividas en este curso.
Es educado dar la bienvenida y también despedirse. Aunque, bien es cierto, que esta despedida es un simple hasta luego.
Uno comienza el curso siempre con una vitalidad digna de elogio. Con un montón de ganas de comerse el curso. También con grandes propósitos de mejorar en la vida personal, hacer más deporte, estudiar todos los días, tener los apuntes limpios, ayudar a los amigos y amigas, etc. Esto es lo lógico.
También empieza con ilusión, con mucha ilusión. Éste y no otro es el combustible que alimenta el motor de nuestra vida. No estoy exagerando, uno no sabe cuan importante es esto en nuestras vidas. A veces, sólo a veces, esa ilusión parece adormecida, como aletargada. En ocasiones provocada por cosas vividas que, quizás, no fueran las más deseadas.
En nuestro caso, el de los profes, no te imaginas , querido alumno/a, lo mucho que significas para nosotros. Lo mucho que nos enseñáis. Y lo mucho que nos podéis hacer sentir. Quizás te parezca exagerado. Pero eso, realmente, es lo que sucede a los ojos de alguien que esté "despierto". En cada curso, suele haber unos cuantos alumnos y alumnas que nos hacen sentir algo especial. Igual que, estoy seguro, os pasa a muchos de vosotros y vosotras con nosotros los profes. Por eso, enseñar a un grupo de alumnos y alumnas como ustedes es todo un privilegio.
Un curso evoluciona en el tiempo como un ser vivo. Va cambiando en el tiempo. En el mejor de los casos, cuando se decide atravesar la barrera de la hora de clase, uno comienza a conocer más en detalle a sus alumnos y alumnas y descubrir que tienen mucho que aportar. Que no son meros receptores de un mensaje (a veces confuso) de multitud de disciplinas.
En el transcurso del tiempo también se desarrollan emociones. Esas que nos hacen verdaderamente humanos. Por eso cuando te he visto reir y llorar sé que, en esos momentos, estabas también aprendiendo. Y yo contigo.
La verdad es que es muy curioso darse cuenta de cómo cada uno de nosotros nos revestimos de armaduras invisibles que portamos allá donde vamos. El profe serio e inflexible que no deja pasar una, por ejemplo. El alumno/a callado/a que no pestañea. Después de todo un curso, esas armaduras van desmoronándose. A veces justo a final de curso. Es en ese momento cuando descubres que esa alumna que nunca hablaba te sonríe y se expresa en clase, cuando se permite hacer un guiño en un examen, cuando se expresa con libertad en clase para hacer una crítica constructiva. También es el momento en el que el profe se relaja y te deja comer chicle en clase...por la tarde.
¡ Qué diferente es el instituto por la tarde, ¿verdad?!
Son precisamente esos momentos que se viven fuera de clase y del horario escolar oficial el que te descubre a las personas que se esconden detrás de adolescentes de 15 ó 16 años ... que tienen tanto que enseñarte.
Una de las vivencias que experimento cada año cuando finaliza el curso, sobre todo con los alumnos y alumnas de 4ºESO, es la manera en la que dejan brotar sus sentimientos a través de sus lágrimas cuando nos despedimos. Ese brote llega muy directo al corazón de los profes. Significa que cuando el curso finaliza, uno pone en la balanza las cosas buenas y las menos y siempre ganan las primeras. Ni las broncas, ni los suspensos, ni los partes, tienen tanta importancia. Lo importante son los momentos que hemos compartido. Esos momentos se concentran como un perfume y generan un aroma que inunda nuestras vidas.
Año tras año los profes vamos sumando estos momentos...y lo pasamos mal. Paradójico pero cierto.
Quisiera decirte una cosa.
Sois, para nosotros, mucho más importantes de lo que os imagináis. Será por la diferente experiencia de la vida que tenemos, la que hemos vivido y la mucha que a tí te queda por vivir, la que justifica esta afirmación. Créeme cuando te digo que parte de mi corazón se va contigo cada curso. Porque mi tiempo, mi esfuerzo, mi impulso era dejar en tí lo mejor que tengo...aunque me quede mucho que aprender. Tras este gran esfuerzo todo parece acabar. Tú te irás a continuar con tu vida, tus estudios, ... como debe ser. El próximo curso comenzará y la vorágine de estudio, exámenes te absorberá y la distancia entre nosotros se acrecenterá. Es lo normal. ¡Te queda tanto por vivir! ..y todos hemos pasado por ahí. Pero a mí me cuesta trabajo aceptarlo.
No sé donde leí algo así como que "Entre sentir y no sentir elijo siempre sentir". Esta es mi elección. No entiendo la educación si no es con este ingrediente esencial. Así que deseo no revestir mi vida docente con una armadura perenne que me haga ser un perfecto profesional insensible capaz de esquivar todos los sentimientos de mis alumnos.
Por último, quiero darte las GRACIAS...
- Por haberte conocido.
- Por haber compartido momentos inolvidables contigo.
- Por haberme recordado que ser rebelde también está bien.
- Por demostrarme que puedes superarte y de paso enseñarme que yo también puedo hacerlo.
- Por dar sin esperar nada.
- Por renovarme las ganas de bailar cuando escucho una canción.
- Por haberme dejado ser tu profe.
- Por ser mi alumno, mi alumna.
Te dejo una canción que me transmite esa ilusión y emoción de la que tanto te he hablado. Además es importante para mi...
Ya sabes dónde encontarme...